lunes, 8 de diciembre de 2025

PLACA ROQUERA CAMINO AL RECINTO DE LA LEGISLATURA PORTEÑA

 

(Crónica versión roquera, con pulso de revista cómic)


LA ODISEA DE LA PLACA REBELDE



A ver… ¿qué pasa cuando todo el sistema arranca afinado, cada engranaje girando como si fuera la intro de "Despiértate, nena" -de Pescado Rabioso, pero de repente… ¡PLOP!.

Una sola persona dice que "no"?

Bienvenidos, criaturas del rock, a la odisea burocrática más épica, jamás vivida para colocar una simple placa.

Sí, una placa. Un pedazo de metal.

Pero en este viaje descubrimos el verdadero amplificador del poder ciudadano.


La historia empieza así:

Carlos Calderón, nuestro héroe inesperado, está sentado en la Defensoría del Pueblo. No posa para la tapa de un disco: espera que lo llamen.

Y cualquiera que haya pisado una oficina pública sabe que esa espera es puro riff de resistencia: perseverancia, paciencia, y sobre todo, esa terquedad rebelde que hace que las cosas sucedan.


Pero vayamos al principio, la primera pista del audio individual de este álbum roquero.


TODO EMPIEZA COMO UN BALADÓN SUAVE


Carlos tenía una misión clara: colocar una placa conmemorativa.

Fácil, ¿no? Una misión casi inocente.

Arranca por donde corresponde: la Defensoría del Pueblo.

La Legislatura aprueba todo.

¡Fabrican la placa!

¡Todo suena afinado!

Un trámite que camina como un Marshall nuevo.


Hasta que…


¡PUM! UN SOLO ANTIPOPULAR Y TODO SE CORTA


Cuando el éxito está al alcance de la mano…

cuando Carlos ya podía oler el metal caliente de la placa recién fundida…

¡el destino mete un solo distorsionado!


No es un papel perdido.

No es una firma fantasma.

No es un duende administrativo.

Es una sola persona. Un propietario. Un muro humano.

Y ahí aparece la palabra maldita: REMISO.

En idioma de calle: "no te lo prohíbo, pero te lo bloqueo”.

Una especie de “No” pasivo agresivo con efectos colaterales.

Una persona contra un sistema entero: ¡el freno de mano que arruina la autopista!


EL HÉROE NO TIRA LA TOALLA


Muchos se bajan del escenario ante un muro así.

Pero no Carlos.

Carlos hace lo más roquero que existe: saca del estuche la viola, la pone a punto y suena el nuevo riff de "¡Qué cagada, che!" -del trío roquero del Este mendocino Gaviota Feroz-.

Y, claro, Carlos mismo: el guitarrista testarudo que no deja de afinar la idea.

Decidido como ese equipo humano, real, carne y hueso.

Una banda para romper el silencio.


EL PLAN DE ATAQUE


La solución no vendrá de un hechicero oculto ni de un truco mágico.

Vendrá del propio sistema -se dice para adentro el violero-, de adentro de la maquinaria estatal, ese monstruo que parece lento… pero cuando funciona, funciona como un motor V8.

La Legislatura le pasa a Carlos el mapa del laberinto:

Paso 1 — La clave, el chispazo:

La Defensoría presenta un reclamo formal.

Y ese reclamo es como enchufar un cable suelto:

¡ZAS! Arranca la electricidad.

Protocolo y Ceremonial toma el caso → lo revisa → lo empujaría a "Parlamentarias" o "Judiciales", los tanques, los que realmente pueden ordenar cumplir una ley.

Pensalo así:

Protocolo: logística, tráfico, papeles, ruta.

Parlamentarias/Judiciales: los que tienen el mazo, el martillo, la autoridad.

  Y ambos solo se mueven si existe **ese reclamo detonante**.

La placa es apenas la punta del iceberg:

la batalla real es hacer que el sistema toque su propia música.


EL PODER NO ESTÁ EN LA PLACA, SINO EN EL PULSO


Y acá llega la parte más hermosa, más roquera, más humana.


El triunfo de Carlos no es que la placa exista.

El triunfo es que no se rindió.

Que usó las herramientas del sistema como si fueran pedales de efectos.

Que insistió hasta que la burocracia —sí, ese monstruo lento— se pusiera en movimiento.


Porque detrás de palabras como expediente, protocolo, trámite, siempre hay una historia humana.

Un ciudadano real.


Y el expediente de Carlos es eso:

la historia de alguien que decidió no ser aplastado por un “no”.


LA PLACA AL RECINTO


Finalmente, la nueva presencia del roquero en la Legislatura para afinar más detalles arrojó como resultado el hecho de que los próximos pasos tienden a llevar el reclamo y la restitución de la placa roquera al mismísimo recinto, donde los legisladores deberán accionar las herramientas políticas y legislativas para la determinación final.


PREGUNTA PARA EL LECTOR


La aventura de Carlos demuestra que la persistencia puede mover engranajes oxidados, destrabar puertas selladas y convertir la burocracia en un instrumento afinado.


Y nos queda esta pregunta, flotando como un eco en un estadio vacío:


¿Cuántos otros muros podrían derrumbarse si más gente supiera usar las herramientas que el propio sistema ya nos da?


Una pregunta que muerde.

Una pregunta que late.

Una pregunta que pide solo una cosa:


No bajar el volumen. Nunca.




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